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Feliz día del padre

"Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy" (Sal 2,7)
"Tú eres mi Padre, la roca que me salva" (Sal 89,27)

La paternidad es un don muy valioso que Dios concede a los hombres, de Él los seres humanos debemos aprender a ser padres o madres. Por puro amor Él nos ha dado la vida, sin buscar un interés para sí mismo, excepto la dicha de amarnos como Padre y de vernos crecer como sus hijos. Él nos educa con una ley que no ha impuesto como un capricho de quien tiene el mando, sino solo para nuestro bien, porque de nuestra conducta Él no puede sacar ningún provecho. Como Padre nos ha corregido, con firmeza cuando era necesario, para acogernos de nuevo con misericordia cuando nos hemos alejado. Con amorosa providencia ha estado a nuestro lado en cada momento, con su presencia silenciosa, atendiendo a todo cuanto de verdad necesitamos; pero sin concedernos lo que nos ilusionaba conseguir cuando se trataba de caprichos.

Y es Él quien nos acompaña como el guía del camino por medio de su Hijo ("Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí", Jn 14,16) hasta que al final de la vida en este mundo entremos a vivir en su casa, que será también la nuestra para siempre. La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana.

Un buen padre no da todo hecho a sus hijos. Aquel que dice: "Yo no permito que nunca les falte nada, para que no sufran como yo", en el fondo les está impidiendo construir su propia vida. Con esta conducta los bloquea, de modo que no puedan madurar y aprender a afrontar los problemas que el mundo de seguro les pondrá delante. ¿Y que harán de adultos, cuando ellos deban tomar las riendas de su propia existencia? ¿Y qué cuando el papá les falte? Otra cosa es dar a un hijo lo necesario, sobre todo aquello de que, en su infancia, no es capaz por sí mismo: acompañarlo con cariño, ofreciéndole la orientación conveniente y enseñándole el camino de la moral y de los valores que deben tener peso en sus futuras decisiones.

Un padre digno de ese nombre sabe corregir a su hijo, no para descargar sobre él su ira porque éste no ha obedecido sus órdenes, sino movido por el amor para que el joven inexperto aprenda a evitar lo que le hará daño en su existencia. "Hijo mío, no rechaces la instrucción del Señor ni te enojes por su corrección, porque el Señor corrige a quién ama, como un padre a su hijo predilecto" (Prov 3, 11,12).

Muchas felicidades a todos los papás que Dios los siga bendiciendo en esta gran labor.

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